Apple es un zoológico humano

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Apple construye una prisión o un zoológico humano en torno a su ecosistema de aplicaciones mediante la práctica de obsolescencia programada, espionaje y DRM.

Introducción

Un zoológico es un centro de explotación animal en que los animales están cautivos y explotados por una empresa contra su voluntad. En esta entrada utilizaré un símil entre los zoológicos y el encierro en que se hallan los usuarios de Mac y iPhone, para argumentar que el ecosistema de aplicaciones de Apple es un zoológico humano en que millones de congéneres están cautivos y explotados por una empresa con su expresa voluntad. Nótese, además, que no solamente la empresa de Cupertino incurre en estas malas prácticas. Si bien, se vuelve especialmente sangrante por el elevado costo de sus productos y servicios.

Juegos Linux - Oficina con un macbook
La mayor baza de Apple reside en el elitismo, en la necesidad humana de aparentar y de destacar sobre el resto mediante símbolos de poder.

El ecosistema de aplicaciones de Apple y el estatus social

El ecosistema de Apple siempre ha buscado ser la punta de lanza de la informática para gente pudiente y profesionales del sector del diseño gráfico, la animación o la producción musical. Hoy en día, un móvil o un portátil pueden transmitir tanto o más sobre una persona que su propia ropa. Apple se aprovecha de los sesgos elitistas y estéticos para ganarse a un público que busca dispositivos elegantes y funcionales que, a la par de solventar sus necesidades, sean una extensión decorativa de sus cuerpos.

Si a la elegancia le sumamos un poder mediático descomunal, se consigue alcanzar un grado de 'glamour' envidiable. Apple logró, hace años, algo apenas reservado para ciertas marcas de automoción y de alta costura: convertir sus productos en un fetiche, en una representación del estatus a través de su mera posesión.

Cabe destacar que su calidad no fue, si acaso, su mayor aliciente. Apple es, con diferencia, la empresa tecnológica que más invierte en publicidad, especialmente mediante la técnica de «colocación de producto» (product placement) en películas, series, blogs y en cualquier sitio. De esta forma, se genera una retroalimentación entre su omnipresencia y la influencia sobre ciertos individuos, quienes expanden esta omnipresencia para así seguir el ritmo de la moda y sentirse parte del cambio.

Apple incluso promociona la visión de sus productos como una esencia de virtud, mientras refuerza una visión negativa sobre quienes no usan dispositivos marca Apple. Todo esto está bien estudios en términos sociológicos.

Juegos Linux - Anuncio sobre la privacidad de Apple
Apple intenta vender una imagen que no concuerda con la realidad. Fingen ser una empresa preocupada por la privacidad de sus usuarios cuando, en realidad, se esfuerzan por capturar y controlar al usuario y sus datos de todas las formas posibles. Sin ir más lejos, un usuario no puede usar ningún servicio de Apple —ni siquiera instalar aplicaciones desde su tienda oficial— sin crear una cuenta. Esto, a nivel informático, carece de cualquier atisbo de justificación más allá de llevar un registro minucioso de quién es cada uno y qué hace.

El lado oscuro de Apple que lo convierte en un zoológico humano

Los productos de Apple tienen una gran virtud y un grandísimo defecto. Su virtud es la calidad y elegancia de sus productos, y su gran defecto estriba en las abusivas y deleznables políticas que perpetra contra sus usuarios.

Apple apuesta por las formas más macabras y distópicas de obsolescencia programada y de DRM. Su afán por perpetuarse como referente de la innovación informática orientada al consumidor va pareja a una búsqueda incesante de acabar con los derechos de éstos al aprovecharse de los cínicos recovecos de un despiadado sistema capitalista. Y me detendré un momento para matizar mis palabras: el capitalismo no es el monstruo en el armario, pero fomenta prácticas monopolistas por su propia naturaleza.

Apple ha recibido decenas, si no cientas, de denuncias por aplicar actualizaciones dañinas en dispositivos antiguos para reducir su rendimiento y hacerlos fallar para que sus usuarios —esclavos— se vean en la necesidad de adquirir el último y flamante modelo de iPhone, iMac, iPod y cualquier producto de la compañía. Hay quienes, como buenos vasallos, se resignan diciendo que tal o cual dispositivo suyo lleva 10 años funcionando bien. Pues imagina lo mejor que irían si Apple no inflara los requerimientos de su sistema. Las pruebas están ahí y son inapelables.

Hay otros ejemplos de monopolismo en software. Por ejemplo, la retirada de la compatibilidad con OpenCL y su negativa de permitir la compatibilidad con Vulkan. Asimismo, Apple se niega a que los usuarios puedan cargar, reproducir o guardar ciertos contenidos en formatos libres (webp, ogg, odt, etc.) como instrumento para imponer los suyos.

El esperpento alcanza cotas inimaginables. ¿Existe alguna justificación para la existencia de un formato propio para capturas de pantalla? Pues Apple lo tiene y, por defecto, complicará la vida del usuario que quiera compartirlas con dispositivos que no sean de Apple.

El DRM llega hasta el punto de que, en la licencia de los productos de Apple y de los productos adquiridos por canales de su propiedad, se especifica que al comprador se le otorga una mera licencia de uso; no la propiedad del bien adquirido. Es decir, cuando alguien compra un libro en iBooks o una canción en iTunes sólo está pagando por el derecho de disfrutar de ese bien en la medida y en la forma en que Apple estime conveniente. Si pasado un tiempo se da un problema económico, político, comercial o ideológico que te afecta a ti o a la empresa, Apple puede cesar tu derecho a acceder a dicho bien. Ellos son los dueños de sus productos; no tú.

Otro ejemplo real lo hallamos en China, este gigante asiático prohíbe ciertos programas de índole política. Así pues, cuando Apple, ya sea por propia voluntad o ajena, decide retirar ciertos programas o productos, tú te quedas sin ellos.

Si el usuario fuera dueño de su sistema y sus datos, entonces no importaría que algo pasase a ser ilegal o que dejara de estar disponible en según qué región. El DRM sólo existe para ejercer un control férreo y monopolista sobre quienes son lo suficientemente ingenuos o carentes de voluntad como para aceptarlo o desconocer su existencia.

A la obsolescencia programada y el DRM se le unen otras prácticas monopolistas en hardware, como la de inventar y extender sus propios puertos, incompatibles con los USB tradicionales, para así forzar la compra de sus adaptadores. Por fortuna, Europa ya los ha obligado legalmente a que los nuevos modelos de sus dispositivos usen puertos USB de tipo C normales y corrientes.

Entre otros ejemplos dantescos encontramos que Apple también obliga a que las reparaciones de produzcan por un equipo de técnicos propios o licenciados por ellos. Cambiar la batería de un iPhone por una no original de Apple puede suponer la suspensión de determinados servicios. La lista de sucesos imaginativamente perversos es inmensa.

Un iMac o un iPhone, así como todos tus programas, datos y contenido adquirido, están contigo en régimen de alquiler no retributivo. Algo similar a la situación mercantil de los comederos u otros dispensadores del que disponen los animales en el zoo. Estos dispositivos y sus entrañas parecen pertenecerte, pero tú eres la mercancía.

Juegos Linux - Hombre con cara de tonto
Una buena parte de los usuarios de Apple se comportan como víctimas de estrés postraumático cuando se señalan hechos probados sobre las malas prácticas de su añorada empresa. No en vano, existen muchos artículos académicos que analizan el comportamiento de sus usuarios parangonándolo al característico de los miembros de una secta.

El síndrome de Estocolmo entre los usuarios de Apple

El usuario común y corriente de Apple —y de Windows a la postre— incurre en el grave defecto de obcecarse en negar o en excusar estas prácticas, quizás por fruto de una disonancia cognitiva para no arrepentirse del gasto o para no verse a sí mismos como completos idiotas. Muchos defienden este fenómeno de «jardín vallado» —un zoológico humano, tal como lo llamo yo— apelando a que plantea beneficios para el usuario en términos de seguridad y privacidad. No, tampoco es el caso.

Hay quienes afirman que Apple cuenta tropecientos ingenieros para proteger aquellos datos que son importantes para ellos y sus familias, están convencidos de que sus datos están seguros en la nube y se tragan otros tantos cuentos. Por acuerdo entre Apple y el gobierno estadounidense, incluso las contraseñas de los usuarios se envían a través de internet en texto simple y pueden ser fácilmente interceptadas.

El poco respeto que Apple muestra por sus usuarios se demuestra, sobre todo, en las políticas ocultas de su «jardín vallado». Cada vez que el usuario abre una aplicación, el sistema hace un ping a una docena de servidores, algunos de los cuales pertenecientes a una subcontrata china, que informan de qué estás haciendo en tiempo real.

Las fotos que subas a iCloud pueden ser —y serán— escaneadas por inteligencias artificiales con la excusa de detectar casos de pederastia. La realidad es más sencilla: espiar a sus usuarios le otorga a Apple el beneficio de saber qué quieren, qué les gusta, qué hacen y cómo piensan. Con todas estas variables sobre la mesa, manipular al usuario se convierte en algo trivial.

Y eso no es nada. Una usuaria denunció en el año 2016 que la aplicación de iTunes le robó, literalmente, sus canciones compradas y compuestas por ella misma —y guardadas en su disco duro— para obligarla a mantener una suscripción si quería seguir escuchándolas. Y cuando intentas salir o hacer algo aparentemente inofensivo, puedes toparte con la dura realidad: para Apple sólo eres un número, una estadística.

Leía hace poco una noticia que, aunque ya tiene un lustro, sigue siendo una realidad en la tienda de aplicaciones de Apple: programas basura que son un calco de programas libres, con funciones recortadas o meras perogrulladas informáticas que les venden a los usuarios como aplicaciones potentes y útiles para su día a día. Hasta cualquier mierdecilla para tomar notas cuesta 1€ de suscripción mensual. Los desarrolladores saben que los usuarios de Apple son como simios en el zoológico y se apuran a lanzarles cacahuetes para ver si se los comen.

Sí, otras compañías hacen lo mismo o más. Sin embargo, como se dice en mi tierra: «Mal de muchos, consuelo de tontos». Un usuario que tenga fe ciega en Apple y sus productos no está más seguro ni goza de mayor privacidad que el usuario de Android o Windows siquiera. Y si en realidad le importara el espionaje al que se ve expuesto, entonces actuaría para impedirlo. Una forma de actuar radica en usar y apoyar el software libre.

Juegos Linux - Primate en un zoológico
Los animales encerrados en zoológicos no eligieron estar en uno. Tú sí puedes salir del jardín vallado de Apple sin temor a que te disparen con una escopeta. Aunque tiempo al tiempo.

Conclusión

Al igual que los humanos malintencionados echan cigarros y basura a las jaulas de los animales, las grandes empresas se aprovechan de su enorme control de los usuarios para mantenerlos confinados e indefensos dentro de unos recintos decorados con cartón-piedra. En el sentido literal de la palabra, los zoológicos humanos existieron durante el periodo colonial en las grandes capitales de Europa. Apple replica dichos zoológicos de forma virtual y te encierra de por vida sin que siquiera desees escapar. Y el asunto va a peor con cada actualización o nueva «funcionalidad» que idean para «facilitar la vida del usuario».

Para romper los barrotes hay que percatarse de estos hechos y obrar con coherencia para impedir que abusen de nosotros. Del mismo modo, reconocer que los humanos cometemos abusos y maldades sobre nuestros congéneres debe servirnos para asumir que incurrimos en terribles injusticias contra los animales que son ética y científicamente inexcusables. No hay nada justo ni justificable en encerrar animales en zoológicos ni en participar en ninguna forma de explotación animal. Un mundo justo y de progreso debe serlo en todo. Rechaza a Apple y hazte vegano.